viernes, 9 de diciembre de 2011

Estamos viviendo...

..una carrera, la de la vida. Todos empezamos a toda hostia, sin importarnos que el exceso a veces es malo, pero aun así, seguimos, no frenamos, es más, a veces incluso aceleramos. Y aun así, nos es igual el qué dirán y del que se preocuparan. Pero allí, a lo lejos, ves que de nada te sirve ir aún a doscientos por hora, y que la gente de tu al rededor, pisa levemente los frenos. Que entras en una nueva etapa y que ahí de nada te sirve ir rápido, así que, decides pisar también los frenos. Eso te sirve para darte cuenta de lo que pasa a tu alrededor. Que hace un par de años nada era lo demasiado importante como para hacer que tu frenases, pero ahora te has dado cuenta de que lo único que importaba es que dejases de acelerar. 
Y pensaste, que menos mal que frenaste, porque si no, llegaría el momento en el que te estrellarías, te comerías todas las paredes, todos los obstáculos. Pero de nuevo pensabas que era apropiado acelerar, y no dudaste, metiste una marcha y pisaste el acelerador, pensando que la próxima estación era la de la felicidad. Pero ¿no te diste cuenta? La del amor, estas en ella. ¿No ves que te cuesta más adelantar? ¿No te diste cuenta de que tienes a alguien a tu lado que promete quererte? Tú, sin ningún tipo de limitaciones, le haces caso. Te enamoras. Y vuelves a acelerar. Esta vez, incluso pensando que la cuesta arriba iba a ser tan grande que te llevaría al cielo, de la mano de la persona a la que tienes al lado, susurrándote que te quiere. Allí estas, ves todo el mundo, desde ahí arriba no hace falta nada, ni que pienses, ni que te preocupes. Simplemente te hace falta que le quieras. Sí, a la persona por la que estás ahí. Pero justo en ese momento, te dice que necesita seguir su trayecto, que es distinto camino del que tú has tomado. De repente, ves que esa cuesta arriba, se vuelve cuesta abajo, y que te abren de nuevo camino para que vayas a toda hostia, pero, es tarde, te caes desde el cielo, te pegas la hostia más monumental de todos los tiempos. Y te preguntas ¿Que me ha pasado para no poder seguir acelerando sin darme cuenta de nada? Pues eso pasa, que simplemente te has enamorado, y que ya nada volverá a ser igual. Te estamparas mil quinientas veinticinco veces más, subirás a aquel sitio despacio millones de veces más, aunque sabes que nunca será como la persona que te enseñó ese sitio, pero no tendrás miedo de subirlo, siempre tienes la esperanza de que será mejor que la anterior vez. Pero no, nunca es así y siempre te estampas de nuevo. Y ya te cansas, y frenas. Ves adecuado quitarte el cinturón y bajarte del coche. Seguir este camino a pie, saltar las piedras, rodear los pedruscos y seguir. Simplemente seguir. Así, aprenderás a vivir, y a ganar la gran carrera que todos iniciamos desde el día en que nacemos.

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